Hoy he vuelto a verte en la parada de Atocha. Entrabas
conmigo en el metro y traías nuevamente entre las manos el Quijote de Cervantes. De pie buscabas en cada página el amor
incondicional del caballero de la blanca luna. Yo te tenía cerca, al lado, casi
rozándote. Buenos días, Dulcinea, te decía. Buenos días, caballero, me
contestabas. Así fue cómo nos conocimos y cómo nos dedicamos de aquí en
adelante a combatir contra gigantes bajo tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario