viernes, 16 de enero de 2015

Temblor de cielo

Aparecía en Granada con un paracaídas negro entre las manos. En el Albaicín la encontraba alegrando el Paseo de los Tristes, rodeando el Darro con su sonrisa de fresa. Con el viento como música de fondo, aparecía a su lado en medio de una cafetería repleta. Todas las mesas que nos rodeaban estaban cubiertas, pero las parejas no hablaban, tan solo se miraban mientras bebían café. En nuestra mesa caía el temblor de cielo. Entonces, hablábamos del tiempo como arte. Hablábamos de la parte inefable de cada momento, de su unicidad. Pues cuando buscábamos el amor, en realidad, buscábamos un tiempo extraordinario que nos llevase a ese amor. El tiempo era lo realmente artístico de cada momento. Sin el tiempo no había momentos, no había amor y, más que amor, no había nada. Nos caeríamos de él, y lo haríamos en un mundo vacío donde solo quedase silencio. Silencio, silencio era lo que nos quedaba a nosotros. Sin tiempo y sin momentos, me quedaba solo en medio del sueño…


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